*Entre locomotoras, vagones y rieles, la ciudad converge entre la modernidad y un pasado movilizado por las maquinarias de vapor del México revolucionario
Nayeli Vélez
Apizaco, Tlaxc.- Apizaco conserva la tranquilidad de un pequeño poblado donde sus familias se reúnen en la plaza del parque Cuauhtémoc para disfrutar de una tarde de domingo, entre el bullicio de los músicos de calle, el espectáculo irreverente de los payasitos y cómicos urbanos; los heladeros que se anuncian con el sonido de sus campanillas y los puestos de artesanías y abalorios que rodean el kiosko del parque.
Más allá de la cotidianidad y de la sencillez con la que transcurren los días en este municipio, Apizaco guarda el recuerdo de un pasado ferrocarrilero, entre máquinas de vapor, vagones y rieles, que la colocaron a la postre como una ciudad eminentemente comercial y epicentro de la economía local.
Y es justo en la entrada del municipio donde encontramos el testimonio de este pasado fuertemente ligado a la tradición ferroviaria del México revolucionario: “La Maquinita 212.
En la glorieta de la calle 16 de septiembre, esta locomotora de vapor da la bienvenida a los visitantes que llegan a Apizaco. Es un monumento a las imponentes maquinarias que, a fuerza de vapor, movilizaron los transportes ferroviarios en la época de la Revolución y, que en 1963, por iniciativa de los trabajadores del sindicato de ferrocarriles mexicanos, se colocó como símbolo de los origenes de la ciudad.
La ciudad sigue siendo fiel a su esencia, una mezcla de tradición y progreso, y esa dualidad entre el pasado y el presente, destaca en la Basílica de Nuestra Señora de la Misericordia, un templo que sobresale no solo por su imponente estilo neogótico, inspirado en las fastuosas iglesias alemanas, sino por la devoción que alberga.
El santuario, con sus altísimas torres y vitrales que filtran la luz del sol, se convierte en el epicentro de la fe local. Cada domingo, decenas de feligreses llenan el templo para escuchar la homilía tradicional, en un acto de fe que parece desafiar el ritmo acelerado del mundo moderno.
La basílica no solo es un símbolo religioso, sino también un recordatorio de la conexión entre la tradición y la modernidad en Apizaco. Así como las locomotoras de vapor dieron paso a las máquinas de combustible, la ciudad ha sabido avanzar sin perder su esencia. En sus calles conviven el pasado ferroviario, las modernas instalaciones comerciales y la ferviente devoción que une a sus habitantes.
Apizaco, la Ciudad Rielera, es un reflejo de la capacidad de adaptación de los pueblos mexicanos, donde la historia y la tradición no son un lastre, sino una base firme sobre la cual se construye el futuro. Aquí, el silbato de un tren que alguna vez fue símbolo de progreso sigue resonando en el alma de sus habitantes, mientras que la devoción en la basílica y el bullicio del comercio local, son la prueba de que la modernidad puede convivir armoniosamente con el legado de un pasado orgulloso.